jueves, 27 de septiembre de 2007

Homme y la micro




Acá les dejo un pequeño cuento que escribí. Es algo así como una fábula, espero lo disfruten.

Homme subió a la micro luego de un largo día en la Universidad. Estaba cansado. Sus brazos le pesaban; sus pies le dolían; su mente anhelaba el sueño y su espalda un asiento.

Ya terminados los escalones notó como su mente se abría y palpaba palabras en el aire. Era una de las tantas facultades de Homme. Como vulgarmente se dice, podía leer la mente. Era un don que había desarrollado desde la niñez, o que talvez nunca había tenido y sencillamente Homme había sido siempre demasiado perceptivo. Cada mirada, cada gesto, cada entonación en las palabras, hacia que la mente de Homme supiera ciertísimamente lo que la otra persona estaba pensando en ese preciso instante, así que creo que de alguna manera se podría decir que Homme leía la mente.

Interpretar los pensamientos de un chofer, al que se le paga el pasaje rebajado del estudiante, no es algo realmente difícil de hacer, pero para Homme, los pensamientos de rabia, resultaban casi dolorosos. Trato gentilmente de dar las gracias al recibir el boleto, aunque sentía deseos de decirle unas cuantas verdades al conductor. Hizo caso omiso de sus pensamientos y giro sobre sus pies para buscar un asiento. El asiento en ese momento del día, era prácticamente la gloria. Saber que se podría sentar sin pensar en nada, talvez cerrar los ojos un momento e intentar dormir. El viaje era lo suficientemente largo para entregarse a un momento al sueño.

Suele suceder que al subir a una micro no encontremos ningún asiento desocupado, pero este no era el caso de Homme. Vivía en un sector no muy común, y a la hora en que tomaba la micro, esta solía estar bastante desocupada, así que Homme sabía que lo más probable es que encontrara un reconfortante asiento, casi el premio de su arduo día.

Al girar noto que cada asiento doble estaba ocupado por una sola persona. Esto le extrañó un poco, aunque la verdad, cuando subimos a una micro, nos sentamos solos si es posible, pero aún así no era común para Homme ver esto, ya que por lo general al menos una persona iba acompañada, y en el caso de Homme, siempre había unos cuantos asientos dobles desocupados. Pero esa era la situación. Personas solas sentadas en cada uno de los asientos dobles de la micro. Sin pensarlo dos veces Homme pasó de largo la primera fila de asientos. Sabiendo que estos son preferenciales para ancianos y personas con discapacidad, jamás los usaba, así que el problema comenzó desde la segunda fila en adelante.

A su izquierda vio a una señora gorda, de pelo teñido y falsas joyas por montones. Ella iba sentada al lado de la ventana y en el asiento del pasillo un montón de bolsas de supermercado. La mujer levanto la vista y Homme leyó claramente un: “no pienso mover las bolsas”. Homme hizo caso omiso al grosero pensamiento de la mujer y miro a su derecha. Vio a un hombre sudoroso, calvo, con traje de oficina. Estaba sentado junto al pasillo mirando el paisaje, y su maletín en el asiento junto a la ventana. Homme lo miro, sin embargo el hombre ni siquiera levanto la vista. Homme prácticamente oyó un: “ni siquiera se te ocurra”. Aunque ya se le había ocurrido prefirió seguir a la tercera fila.

Miró a su izquierda y vio una hermosa chica junto a la ventana. Tenía sus brazos cruzados y su mirada fija en el paisaje. Homme la miró y la chica lo miró de vuelta. Homme se sintió ofendido al escuchar en su mente: “me cargan los jotes”. Que chica tan egocéntrica, pensó mientras giraba hacia la derecha. Allí vio a un hombre echado en el asiento junto al pasillo, con su cabeza recostada y su boca semi abierta. ¿Dormido? No, no lo estaba. Fingía estar dormido para no ser incomodado por alguien que desease sentarse junto a la ventana. Homme oyó claramente: “No dejo pasara a nadie”.

Homme siguió avanzando por el pasillo, pero la situación no cambiaba y seguía semejante a como estaba en los primeros asientos. Cansado de tanta indiferencia e individualismo, Homme llego junto a la puerta trasera, se afirmo del frío tubo y allí se quedó, parado hasta su casa.

SAN

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ja , debo reconocer que aveces soy yo el que se hace el dormido, aunque por lo general es por que voy cansado como Homme. por lo general me siento al lado de la ventana apoyo la cabeza y duermo y cuando voy despierto me dedico a vigilar las caras de los viageros , compañeros en la rutina y en los bostesos y de repente miro hacia afuera para ver si hay algo distinto ( y siempre lo hay) en el rutinario paisaje.

Alberto

Anónimo dijo...

jejeje... paiusajes..... mmm... yo tengo en frente, a 2 cm de la mia... la cara de otra persona... a los lados... 2,3,4 o 5 personas que me estrangulan, y atras otro par mas... y por lo general el que va adelante... si es mujer... te pega cn el moño o el peinado que traiga... es lo mas incomodo que hay... transantiago creo q le dicen a la cosa esa ¬¬

pero ta muy bueno el cuento...

Samilain...

Marcelo Sánchez dijo...

"me dedico a vigilar las caras de los viageros , compañeros en la rutina y en los bostesos"

Cite la frase poh compare...

y weno el blog seby... recién lo encontré

saludos

Compartamos nuestros ratos de inspiración